Palabras del Delegado Diocesano en la entrega de la "missio canonica" para el curso 2020-21

Querido Don José, Don Luis y profesores todos.

Iniciamos este nuevo curso con un compromiso serio de llevar el anuncio de la buena noticia a la escuela en estos momentos tan difíciles por el azote de la COVID-19, donde nos encontramos con más incertidumbres que respuestas.

Es un compromiso que no podemos llevar adelante si no tenemos claro nuestro papel como profesores de religión y actuamos con coherencia de la propia vida e implicación personal.

Agradezco en este momento la colaboración de todos, siempre dispuestos y comprensivos, y especialmente la labor que realizan los coordinadores arciprestales sin cuya colaboración no podría funcionar la Delegación. También agradezco la labor de los profesores que este año se jubilan después de un largo camino en las aulas.

El Papa Francisco se ha referido en muchas ocasiones y situaciones a la importancia de la educación e insiste constantemente en la importancia de esta tarea, porque la educación y la formación constituyen hoy uno de los desafíos más urgentes que la Iglesia y sus instituciones están llamadas a afrontar. La obra educativa parece haberse vuelto cada vez más ardua porque, en una cultura que demasiado a menudo hace del relativismo su propio credo, falta la luz de la verdad, que es el mismo Jesucristo.

De ahí el importante papel educativo de la enseñanza de la Religión católica como asignatura escolar en diálogo interdisciplinar con las demás, lo que contribuye ampliamente no sólo al desarrollo integral del estudiante, sino también al conocimiento del otro, a la comprensión y al respeto recíproco.

Y es que en el proceso educativo la enseñanza de la religión tiene la misión de integrar la dimensión religiosa de la persona y en nuestro caso la tradición de la fe cristiana. Este proceso no sería pleno si le faltase ese elemento esencial que es el valor humanizador y trascendente del hecho religioso que ayudará a los educandos a configurar el horizonte de verdad, de belleza, de auténtica solidaridad, de esperanza y de libertad en el que debemos vivir.

Por eso nos dice el Papa Francisco que “hoy necesitamos educadores que sean maestros y testigos; o, mejor, testigos para ser maestros, y nos recuerda que confía en nosotros, cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, apasionados en la noble tarea de la educación y dispuestos a ofrecer lo mejor al servicio de las personas, siguiendo los criterios del Evangelio y como miembros de la Iglesia.

Y nos invita a no perder los ánimos ante las dificultades y contrariedades, ante la incomprensión, la oposición, la desconsideración, la indiferencia o el rechazo de nuestros educandos, compañeros, familias y hasta de las mismas autoridades encargadas de la administración educativa.

También nos invita el Papa a tener paciencia, o mejor, esperanza. Y nos dice que no nos desanimemos ya que la clave de toda obra buena está en la perseverancia y en ser conscientes del valor del trabajo bien hecho, independientemente de sus resultados inmediatos. Sean fuertes y valientes, tengan fe en ustedes y en lo que hacen”.

Por eso es importante para nosotros, profesores de religión, vivir y manifestar la alegría del Evangelio en este momento, expresar nuestra pertenencia a la Iglesia, en la que nos sentimos fieles hijos, y nuestra actitud de comunión con los pastores y con los demás miembros de la Iglesia, para afrontar juntos los retos del presente y del futuro con la luz y la sal del Evangelio.

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