Palabras del Delegado Diocesano en la entrega de la "missio canonica" para el curso 2021-22

Querido Don José, Don Luis y profesores todos.

Iniciamos este nuevo curso inmersos aún en la pandemia por COVID-19 que azota todo el mundo. Ya ha pasado más de un año que comenzó y aún se encuentra presente entre nosotros, pero esto no debe hacernos olvidar nuestro serio compromiso de llevar el anuncio de la buena noticia a la escuela, compromiso que no podremos llevar adelante si no tenemos claro nuestro papel como profesores de religión y actuamos con coherencia de la propia vida e implicación personal.

El Papa Francisco insiste constantemente en la importancia de esta tarea de la educación que constituye hoy uno de los desafíos más urgentes que la Iglesia y sus instituciones están llamadas a afrontar dentro de lo que se denomina el Pacto Educativo Global.

De ahí el importante papel educativo de la enseñanza de la Religión católica como asignatura escolar en diálogo interdisciplinar con las demás, lo que contribuye ampliamente no sólo al desarrollo integral del estudiante, sino también al conocimiento del otro, a la comprensión y al respeto recíproco. Una enseñanza de la religión que tiene que cambiar a tenor de los nuevos postulados educativos de la LOMLOE que lleva a un cambio total en la concepción de la enseñanza. A ello estará destinada la formación durante este curso y el Congreso que patrocinado por los Obispos del Sur se celebrará en noviembre del año próximo.

Como profesores de religión, enviados por la Iglesia, tenemos que vivir y manifestar la alegría del Evangelio, tal como lo hizo San José, que puso en el centro de su vida no a sí mismo, sino a Jesús. Y siguiendo su ejemplo, especialmente en este momento, expresar nuestra pertenencia a la Iglesia y mantener nuestra actitud de comunión con los pastores y con toda la Iglesia, para afrontar juntos los retos del presente y del futuro, siempre con la luz y la sal del Evangelio.

Una luz y sal dentro de una Iglesia sinodal en la que la comunión, la participación y la misión sean “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” ya que “la sinodalidad nos remite a la esencia misma de la Iglesia, a su realidad constitutiva, y se orienta a la evangelización”. Por ello nos uniremos a toda la Iglesia Universal y especialmente a la Iglesia Diocesana en el itinerario sinodal que dará comienzo el día 9-10 de octubre en Roma y el 17 de octubre en nuestra Diócesis y todas las diócesis del mundo. Os emplazo desde ahora a participar en los trabajos que se vayan desarrollando y especialmente en la Eucaristía que se celebrará ese 17 de octubre.

Hago mía la invitación del Papa a “no perder los ánimos ante las dificultades y contrariedades, ante la incomprensión, la oposición, la desconsideración, la indiferencia o el rechazo” de nuestros educandos, compañeros, familias y hasta de las mismas autoridades encargadas de la administración educativa. Afrontamos un curso decisivo para la enseñanza religiosa en la escuela tras la aprobación de la LOMLOE, con muchas incertidumbres aún, pero siempre con esperanza y sin desanimarnos ya que la clave de toda obra buena está en la perseverancia y en ser conscientes del valor del trabajo bien hecho, independientemente de sus resultados inmediatos.

Agradezco en este momento la colaboración de todos, siempre dispuestos y comprensivos, y especialmente la labor que realizan los coordinadores arciprestales. También agradezco la labor de los profesores que este año se jubilan después de un largo camino en las aulas.

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